El valor de la cosmovisión indígena en el mural Mallkuanka. Vuelo sur-norte de colores
Por: Laura González Tinoco.
El mural Mallkuanka. Vuelo sur-norte de colores (2023), enfatiza la expresión vivaz de la cosmovisión andina desde la visión artística del pintor boliviano Mamani Mamani. Este proyecto, dirigido por el Center for Latin American and Latinx Studies, ubicado en Pensilvania, reúne una multitud de formas simbólicas que conectan con el bagaje ancestral de las culturas quechua y aymara de los Andes.
La figura central del mural representa a la divinidad Pachamama, rodeada de hojas de coca resplandecientes, escoltada por un ave bicéfala con sus alas extendidas. Con este gesto, el pintor dedica sus buenos deseos de unión entre naciones, al representar la cabeza del cóndor (América del Sur) y del águila (Norteamérica) fusionadas para acompañar a la Madre Tierra. Esta visión se corresponde con la plasmación de la profecía popular que anuncia un tiempo en el que las dos aves acudirán a su encuentro para acompañar su vuelo, de manera que las dos Américas volverán a reunirse en el mítico continente del Abya-yala.
La imagen de la Pachamama alberga las figuras de un hombre y una mujer indígenas que alzan el mando de poder y la wiphala como líderes que convocan al pueblo a su llamada. Mamani Mamani representa a los personajes Tupac Katari y Bartolina Sisa como símbolos de rebelión del colectivo indígena frente al sistema opresor. Cabe recordar que la insurgencia indígena fue continua a lo largo de la colonia española, siendo el ciclo rebelde aymara-quechua de los años 1780-1783 el movimiento precursor de la independencia americana. Diversos levantamientos incitados por los hermanos Katari, cerca de Charcas; la familia Tupaq Amaru, próxima a Cuzco; y Tupac Katari, junto a su esposa Bartolina Sisa, en La Paz, significaron la movilización del antiguo kollasuyu contra el yugo colonial.[1]
El mural también nos habla de la importancia de los animales en la espiritualidad de los pueblos indígenas. El ave hace referencia a la visita tutelar de los espíritus de los ancestros, mientras que la llama es otro animal sagrado capaz de conectar con otros planos sutiles de la existencia mediante su protagonismo en la ritualidad. También destaca Wiracocha, la deidad de tradición solar de los relieves de la Puerta del Sol de Tiwanaku, además de la pareja cuyos rostros zoomorfos recuerdan a la mitología del chachapuma, entidad mitad humana mitad fiera.
Este conjunto de figuras contrasta con su extremo opuesto, que recoge representaciones en torno a la ciudad de Philadelphia y el legado de los pueblos indígenas de Norteamérica, representados mediante el totem de aves. El mural, en su conjunto, propone un diálogo de equivalencias simbólico-culturales cuyo valor identitario pretende estimular la mirada del espectador hacia un llamativo vínculo intercultural que reclama una hermandad sin fronteras. Pero, además, interpela sutilmente al observador con respecto a las relaciones de hegemonía del poder que establecieron las primeras potencias sobre los pueblos indígenas colonizados, asentando unas políticas de explotación y sometimiento que menoscabaron el potencial social y territorial de sus naciones. A pesar de que la estrategia actual de la diplomacia internacional promete fomentar relaciones de mutuo respeto e igualdad, todavía existe un largo camino para des-colonizar de forma efectiva las actitudes, acciones y contextos que evidencian la pervivencia de situaciones injustas contra el colectivo indígena. Es ante esta lucha que Mamani Mamani proyecta como iconos a Tupac Katari y Bartolina Sisa, los líderes aymaras que ejemplifican la continuidad de la insurgencia reivindicativa por un pachakuti, un retorno del nuevo tiempo, que necesariamente debe ser mejor que hoy.
[1] Víctor Hugo Cárdenas. “La lucha de un pueblo”, en Xavier Albó (Comp.) Raíces de América. El mundo aymara, op. cit., pp. 499-500.
The value of the indigenous worldview in Mallkuanka. Colorful south-north flight
By: Laura González Tinoco.
The Mallkuanka mural. South-North Flight of Colors (2023), emphasizes the lively expression of the Andean worldview from the artistic vision of the Bolivian painter Mamani Mamani. This project, led by the Center for Latin American and Latinx Studies, located in Pennsylvania, brings together a multitude of symbolic forms that connect with the ancestral baggage of the Quechua and Aymara cultures from the Andes.
The central figure of the mural represents the divinity Pachamama, surrounded by resplendent coca leaves, escorted by a double-headed bird with its wings outstretched. With this gesture, the painter dedicates his good wishes for union between nations, by representing the head of the condor (South America) and the eagle (North America) fused to accompany Mother Earth. This vision corresponds to the embodiment of the popular prophecy that announces a time in which the two birds will come to meet them to accompany their flight, so that the two Americas will meet again in the mythical continent of Abya-yala.
The image of the Pachamama houses the figures of an indigenous man and woman who raise the command of power and the wiphala as leaders who summon the people to their call. Mamani Mamani represents the characters Tupac Katari and Bartolina Sisa as symbols of rebellion of the indigenous collective against the oppressive system. It should be remembered that the indigenous insurgency was continuous throughout the Spanish colony, with the Aymara-Quechua rebel cycle of the years 1780-1783 being the precursor movement of American independence. Various uprisings incited by the Katari brothers, near Charcas; the Tupaq Amaru family, near Cuzco; and Tupac Katari, together with his wife Bartolina Sisa, in La Paz, meant the mobilization of the former kollasuyu against the colonial yoke.[1]
The mural also tells us about the importance of animals in the spirituality of indigenous peoples. The bird refers to the tutelary visit of the spirits of the ancestors, while the llama is another sacred animal capable of connecting with other subtle planes of existence through its prominence in rituality. Also noteworthy is Wiracocha, the deity of solar tradition of the reliefs of the Puerta del Sol in Tiwanaku, in addition to the couple whose zoomorphic faces are reminiscent of the mythology of the chachapuma, a half-human, half-fierce entity.
This set of figures contrasts with its opposite end, which includes representations around the city of Philadelphia and the legacy of the indigenous peoples of North America, represented by the totem of birds. The mural, as a whole, proposes a dialogue of symbolic-cultural equivalences whose identity value aims to stimulate the viewer’s gaze towards a striking intercultural link that calls for a brotherhood without borders. But, in addition, it subtly questions the observer with respect to the relations of hegemony of power that the first powers established over the colonized indigenous peoples, establishing policies of exploitation and subjugation that undermined the social and territorial potential of their nations. Despite the fact that the current strategy of international diplomacy promises to foster relations of mutual respect and equality, there is still a long way to go to effectively decolonize the attitudes, actions and contexts that show the persistence of unjust situations against the indigenous community. It is in the face of this struggle that Mamani Mamani projects as icons Tupac Katari and Bartolina Sisa, the Aymara leaders who exemplify the continuity of the insurgency demanding a pachakuti, a return of the new time, which must necessarily be better than today.
[1] Víctor Hugo Cárdenas. “La lucha de un pueblo”, in Xavier Albó (Comp.) Raíces de América. El mundo aymara, op. cit., pp. 499-500.